Autor: Fad Juventud
17 enero, 2019

La situación de empleo juvenil viene siendo un tema recurrente de actualidad en los últimos años, principalmente porque es uno de los sectores que más ha sufrido las consecuencias de la crisis económico-financiera. En España, junto con el resto de la población, las y los jóvenes han afrontado en la historia reciente, posterior a la restauración democrática, hasta tres crisis importantes; en 1986-1987, en 1993-1994 y, más recientemente, la que comenzó en el 2008, la más profunda por su duración e impacto social. Todas ellas con un denominador común; un agudo y rápido incremento del paro juvenil en las etapas más tempranas del ciclo económico bajista y altas tasas de desempleo joven, sostenidas en el tiempo. En esta última crisis, además, y en los peores años de la misma, el trienio 2011-2013, el porcentaje de jóvenes en paro (hasta los 25 años) superó muchos meses el 50%.

Para ver la evolución del empleo juvenil, acudimos al Índice Sintético de Desarrollo Juvenil (ISDJC), que elaborada el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de la FAD, en el marco del ProyectoScopio y tiene como objetivo conocer los procesos de socialización de la juventud y aquellas variables que pueden afectar a su desarrollo vital, es decir, que pueden suponer un riesgo para su integración social y desarrollo personal. El índice se presenta como una síntesis que permite comparar el desarrollo juvenil en el territorio nacional, tanto a nivel Europeo (UE-28) como a nivel de Comunidades Autónomas. Este índice se obtiene a partir de la ponderación de un total de 23 indicadores agrupados en dimensiones como empleo, educación, emancipación, condiciones vitales y usos de las TICs.

En los resultados del año 2018, presentados recientemente, el índice comparado (ISDJC) sitúa a España en los últimos puestos de desarrollo juvenil, sólo por delante de Grecia, Bulgaria, Italia y Rumanía. Los problemas que afectan a los y las jóvenes españoles se centran en dos áreas, principalmente; la emancipación y el empleo. Preocupan ambas, pero especialmente esta última dimensión, la que afecta al empleo, pues la inserción laboral es uno de los pilares fundamentales de los procesos de socialización y desarrollo juvenil.

La evolución histórica y comparativa del índice parcial de Empleo es el principal objetivo de este análisis. El gráfico siguiente (1.1) analiza la evolución de esta dimensión para el conjunto de España y la UE en las cuatro ediciones del índice de desarrollo juvenil (ISDJC 2009-2018). Los valores del índice, que se ubican ubica en una escala de 0 a 1, están calculados a partir de la agregación y ponderación de 6 diferentes indicadores que conforman esta dimensión:

Como podemos observar, el año 2009 (inicios de la crisis), el índice parcial de empleo en España y en la UE tendían a una cierta convergencia (0.53 vs 0.56 respectivamente). En la siguiente edición (ISDJC-2016) el índice muestra un ostensible empeoramiento, cae abruptamente y se abren las diferencias respecto al conjunto de la UE como clara consecuencia del impacto de la crisis económica.

Las siguientes ediciones del índice (ISDJC-2017 e ISDJC-2018) señalan una ligera y progresiva recuperación, lejos aún de los valores que presentaba en 2009 (otro indicio del fuerte impacto de la crisis). El conjunto europeo, por su parte, sigue una trayectoria ascendente y mantiene la distancia con respecto a la trayectoria nacional, con valores muy por encima del caso español (0,67 y 0,68, respectivamente).

Para entender el índice de Empleo, es importante señalar que su evolución obedece al comportamiento de un total de seis indicadores que lo constituyen: tasa de empleo, tasa de desempleo, tasa de temporalidad, tasa de parcialidad involuntaria, tasa de trabajadores por cuenta propia y la tasa de jóvenes inactivos que no estudian, siempre para el grupo de edad 15 a 29 años.

Para explicar el empeoramiento del índice en el periodo señalado, nos centramos en tres indicadores que dan cuenta de las condiciones y la precariedad laboral de la población juvenil: la tasa de desempleo, la tasa de temporalidad y la tasa de parcialidad involuntaria. El gráfico siguiente (1.2) muestra la evolución de la tasa de desempleo juvenil (15 a 29 años) en los casi 10 años que recoge este índice.

Es evidente y muy visible que, en el periodo 2009-2016, la situación del desempleo juvenil empeora significativamente y pasa de registrar un 28.5% de jóvenes desempleados en ISDJC-2009 a casi 40% en ISDJC-2016 (39.6%). La situación en los siguientes años tiende a una ligera recuperación (33,2% y 29,4% en las ediciones 2017 y 2018, respectivamente) pero manteniendo distancias pronunciadas con las del conjunto de la UE que, en el peor de los años analizados (ISDJC-2016), no supera el 18% de paro juvenil. Como se puede ver, España duplica las tasas del conjunto europeo en las últimas ediciones y se ubica en la cola de la región europea en paro juvenil, superada solo por Grecia (35,6%).

Por su parte la tasa de temporalidad ofrece una aproximación sobre las condiciones contractuales de la población joven ocupada y hace referencia a la proporción de jóvenes que trabajan bajo la modalidad de contrato temporal. El siguiente gráfico (1.3) muestra la evolución para el mismo periodo que el análisis anterior.

La proporción de jóvenes con contratos temporales en España ha crecido progresivamente en los últimos años; mientras que en 2009 el 44,3% de jóvenes asalariados tenía un contrato temporal, en la última edición (ISDJC-2018) este porcentaje se eleva al 57,5%, registrando la tasa más alta de toda la región europea.
Por último, la tasa de parcialidad involuntaria refleja la proporción de jóvenes (15-29 años) que trabajan a tiempo parcial no por decisión propia, sino porque el mercado laboral no les permite incorporarse a jornada completa (gráfico 1.4). Este indicador ha empeorado notablemente desde el año de referencia de 2009.

  • En 2009, el 45,4% de jóvenes se encontraba trabajando a tiempo parcial de manera involuntaria, con una diferencia de hasta 15 puntos porcentuales respecto al conjunto de la UE (30,7%).
  • La edición ISDJC-2016, el dato de España empeora de forma aguda. Casi 7 de cada 10 jóvenes (68,5%) se encontraban en esta situación, prácticamente duplicando la tasa del conjunto europeo (34,5%) que también registraba una subida en dicha tasa.
  • En la edición ISDJC-2017, la situación mejora levemente, ésta tasa disminuye a un 62,8%, manteniendo sin embargo, las distancias con la UE (31%).
  • Finalmente, en la última edición la tasa de parcialidad involuntaria continúa siendo una de las más altas de la región europea y aumenta hasta llegar al 64,2%, ubicándose solo después de Italia, Chipre y Rumanía.

La situación del empleo juvenil en España y, especialmente en los tres indicadores presentados es preocupante, cuando menos. Si bien dentro del territorio nacional encontramos una diversidad de realidades, el factor común en esta dimensión está retratada en la alta precariedad e inestabilidad laboral que merma las posibilidades de desarrollo vital de las y los jóvenes. Por CCAA, el comportamiento del índice de empleo muestra evidentes diferencias. Para facilitar el análisis, resaltamos la evolución de las tres CCAA ubicadas en las últimas posiciones (Andalucía, Extremadura y Canarias) y las tres con mejores (Aragón, Cataluña e Islas Baleares), con los resultados nacionales y los correspondientes a la UE.

La evolución del índice de empleo en las CCAA muestra un patrón similar, con evidentes diferencias de grado:

  • En la edición 2009, CCAA como Navarra (0.668) presentaban un índice superior al del total de la UE (0,664) y hasta 12 de las 17 CCAA se ubicaban por encima del total del conjunto de España (0,525).
  • El periodo 2009-2016 señala el serio retroceso en esta dimensión para todas las CCAA El descenso generalizado del índice de empleo a nivel nacional, fundamentalmente, evidencia los años más severos en materia de empleo juvenil durante el periodo de crisis económica, con repercusión también en el total de la UE.
  • En el ISDJC-2016, todas las CCAA presentan valores por debajo de la UE y hasta 9 CCAA se mantienen por encima de la media nacional.
    Como vemos, en las dos siguientes ediciones (2017 y 2018) el comportamiento ha seguido una trayectoria ascendente y generalizada en todo el conjunto nacional. También España y la UE pasan de presentar una caída del índice en el periodo 2009-2016 a un crecimiento continuado.
  • El ISDJC-2018 se podría resumir como el de la consolidación de la mejoría detectada en la edición que le precedía. Destaca que por segunda edición consecutiva, todas las CCAA mejoran en su desempeño, aunque de manera leve, con Navarra como la única excepción. En términos generales, hasta 11 de las 17 CCAA superan la media del conjunto de España, situando a Aragón, Cataluña e Islas Baleares a la cabeza del índice a nivel nacional, principalmente por las bajas tasas de paro juvenil. Andalucía (0.312), Extremadura (0.317) y, especialmente Canarias (que desciende en extremo, pues baja hasta el 0,358) mantienen los últimos puestos en el “furgón de cola”. El índice europeo de ese año (0.685) queda a mucha distancia.

Pese a la positiva evolución de los indicadores de empleo, los datos nos revelan varias conclusiones, a nivel general:

  • Los efectos de la crisis pasada han sido devastadores en términos de empleo y en las últimas ediciones el índice de empleo, pese a su evolución favorable, no termina de superar o al menos alcanzar las ratios de empleo que presentaba en el periodo inmediatamente anterior a la crisis económica.
  • Los principales indicadores que agudizan esta situación tienen que ver con la elevada proporción de paro y las altas tasad de temporalidad y parcialidad involuntaria que apuntan de forma indiscutible a las dificultades de los jóvenes a la hora de encontrar espacios de crecimiento personal e inserción social.
  • Aún no se han recuperado, y parece que falta bastante tiempo para ello, los niveles pre crisis. La convergencia con el modelo europeo de empleo queda a bastante distancia. Parecería necesario activar políticas destinadas específicamente hacia los y las jóvenes, destinadas a recuperar posiciones y combatir los efectos de la crisis.
  • Por otro lado, la recuperación económica, en términos de empleo es débil y sigue afectando muy principalmente a jóvenes. Esta recuperación está basada en un modelo de trabajo con cimientos débiles (alta precariedad), que una próxima crisis podría desplomar fácilmente.