En fechas recientes se han publicado los datos del Índice Sintético de Desarrollo Juvenil Comparado 2017 (ISDJC-2017) del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud. Una herramienta construida en el marco del ProyectoScopio que recopila y analiza una multiplicidad de datos sobre desarrollo juvenil, tanto en el territorio español, como en el resto de países de la Unión Europea. Analiza y compara un total de 46 unidades territoriales: 28 países de la Unión Europea (UE-28) y 17 Comunidades Autónomas en España.
El ISDJC se mide en cinco dimensiones que a su vez conforman los índices parciales: educación, empleo, emancipación, vida y TIC. El índice parcial de Educación, que hoy nos ocupa, mide la posición relativa de cada uno de los 46 territorios comparados en materia de educación (en una escala de 0 a 1).
El índice de Educación está formado por la agregación de 6 indicadores, a saber; la tasa de participación en educación terciaria (25-29 años), la tasa de participación en educación de población a los 15 y los 18 años, respectivamente, la tasa de participación en educación universitaria a los 22 años, la tasa de aprendizaje de al menos dos idiomas extranjeros y, finalmente, la tasa de abandono escolar temprano, es decir, la proporción de jóvenes entre los 18 y 24 años que abandonaron los estudios nada más terminar la Enseñanza Secundaria Obligatoria (ESO).
España ocupa la posición 28 en el ranking general de Educación, ubicada entre Alemania y Grecia, algo por detrás de la media para el conjunto de la Unión Europea. A nivel de las regiones españolas, hay 5 regiones del norte que se ubican en a la cabeza y por encima de la media europea. A la cabeza el País Vasco, Madrid, Castilla-León, Asturias y La Rioja, mientras que por detrás de la media española y a la cola de España, se encuentran las 4 regiones del sur de España (Castilla – La Mancha, Extremadura, Murcia y Andalucía) y las 2 insulares (Canarias y Baleares), en los últimos puestos de la UE.
Si observamos la evolución del índice de educación desde el año 2009 – que es el primero de las tres series comparativas de datos del ISDJC – vemos que hay una tendencia de mejora de los indicadores de educación en los últimos años, situación que acerca cada vez más a España de la media europea (gráfico 2). Baste decir como ejemplo de esta mejora que en el 2009 habían 3 regiones situadas por encima de la media europea, mientras que en 2017, hay 5 regiones que se ubican por encima del promedio.
Las variaciones del Índice parcial de Educación están directamente relacionadas con el comportamiento de cada uno de los indicadores que componen esta dimensión (gráfico 3). Estos indicadores no son otra cosa que datos estadísticos proporcionados por las fuentes oficiales en España y la Unión Europea, que luego de pasar por un proceso de análisis, ponderación y estandarización para fines comparativos, nos permiten observar su evolución positiva o negativa.
Podemos decir que, en términos generales, hay una mejora participación de jóvenes en los diferentes ámbitos de la educación aunque el indicador que visiblemente tiene un mejor comportamiento es la tasa de abandono escolar temprano.
El abandono escolar temprano, tiene serias implicaciones de cara al desarrollo económico de un país y amenaza de forma evidente la inclusión social y laboral en el futuro de la población joven y, es uno de los objetivos prioritarios de la “Estrategia de Educación y Formación 2020” de la Unión Europea, cuyo objetivo para el conjunto de Europa está cifrado en un 10% y para España se encuentra en el orden del 15%.
Si revisamos la evolución de la tasa de abandono escolar temprano de la última década, evidenciamos que hasta el año 2009, más del 30% de los jóvenes de 18 a 24 años en España, interrumpían sus estudios después de la ESO, porcentaje que duplicaba con creces las cifras para el total de la Unión Europea (gráfico 4). Es a partir de este año de referencia, 2009, que se aprecia una recuperación importante en España, que se traduce en una ligera reducción de la brecha respecto al total de la Unión Europea, aunque solo en términos porcentuales.
La evolución del indicador comparado con el conjunto de la media europea (EU-28) señala que las tasas de abandono se han reducido en general en toda la región europea. Ello se debe a la implantación de políticas activas a nivel europeo destinadas a combatir el fracaso escolar desde la mejora de la calidad educativa en los países con altas tasas de abandono, el fomento de la orientación profesional académica y acciones dirigidas a fortalecer el trabajo conjunto con las familias entre el alumnado en riesgo de exclusión o abandono escolar.
Si contextualizamos estos datos, podemos ubicar las altas cifras de abandono escolar en el momento del inicio de la crisis económica y social que estalla en el año 2008. Con el incremento de las tasas de paro juvenil en España, que según Eurostat registran su peor cifra el año 2013 (42,4% en jóvenes menores de 30 años y 55,5% en jóvenes de 15 a 24 años), parece que una de las estrategias de los y las jóvenes consiste en permanecer en las aulas, al menos el tiempo suficiente para intentar completar una formación que, como mínimo, se establezca como una barrera para afrontar el periodo de crisis y estar mejor preparados ante una inminente recuperación económica.
Así, respecto a años anteriores, la población joven española permanece más tiempo en los ciclos formativos y mejora, por otro lado, en la participación en educación universitaria a los 22 años y en la participación en educación terciaria (25-29 años). Pese a esta significativa reducción, España continúa siendo uno de los países de la UE donde más jóvenes desertan en el ámbito educativo, presentando para el año 2016 la tasa más alta del conjunto de la Unión Europea, sólo superado por Malta (gráfico 5).
Los datos estadísticos señalan que el comportamiento de abandono escolar temprano tiene mayor incidencia entre hombres que entre las mujeres. Mientras que en el año 2009 la brecha de género en abandono escolar temprano era de 13 puntos porcentuales (37,4% en varones; 24,1% en mujeres), el año 2016 la brecha se reduce a un 7,6 puntos porcentuales (22,7% en varones; 15,1% en mujeres), gracias a la reducción del abandono escolar principalmente en los varones (tabla 1).
Si bien el dato de España es orientativo, a nivel de Comunidades Autónomas se registran diferencias notables (gráfico 6). En el año 2016, ocho Comunidades Autónomas registran porcentajes superiores al 20% y duplican la media de la Unión Europea: Baleares, Murcia, Melilla, Castilla – La Mancha, Andalucía, Ceuta, Extremadura y Comunitat Valenciana. Por el otro extremo, solo cuatro regiones bajan del 15% (objetivo de la estrategia Europa 2020 para España) y dos de ellas registran datos de menos del 10%: País Vasco y Cantabria.
Las altas tasas registradas en abandono escolar temprano tienen claras consecuencias y afectan directamente a la estructura de la formación académica de la población española. Comparado con la Unión Europea (UE-28), la población española entre 25 y 64 años presenta un nivel formativo más bajo que sus vecinos europeos, al menos en lo que a educación secundaria no obligatoria y profesional (FP) se refiere (gráfico 7). La situación ha ido mejorando de forma paulatina, pero en el año 2016 se mantienen todavía profundas diferencias.
En el año 2000, un 62% de la población española entre 25 y 64 años tenía, como máximo, el nivel de primera etapa de la educación secundaria (actualmente, 1er nivel de la ESO). Para el 2016, este porcentaje ha bajado hasta el 41,7%. Y, sin embargo, pese a esta notable reducción, la proporción de personas con estudios casi dobla, prácticamente, a la media de los países UE (23,5%.) Por otro lado, el déficit formativo de la población española se nota especialmente en los niveles intermedios y técnicos (2 nivel ESO, Bachillerato y FP) donde es la mitad (22.6%) de sus congéneres de la UE (con 46,3%). En cambio, en educación superior España (con un porcentaje de 35,7%) se coloca incluso por encima que los países de su entorno (UE 30.7%). Evidentemente, existe una grave descompensación entre los niveles académicos de la población española; una mayoría solo alcanza la formación básica; por otro lado, hay –comparativamente hablando- un serio déficit de personal cualificado profesionalmente en los niveles intermedios (especialmente en la FP) y una proporción equiparable a la europea en los niveles de la educación terciaria.
Las razones para el abandono de los estudios entre los y las jóvenes son variadas. En la Encuesta de Juventud España 2016, realizada por el Instituto de la Juventud (INJUVE) a una muestra representativa de jóvenes entre 15 y 29 años que habían abandonado sus estudios de manera temprana, se apuntan algunas de las más importantes (gráfico 8):
“Ha preferido trabajar” es el motivo más esgrimido para el abandono de los estudios (35% de los y las jóvenes que ya no estudian así lo declaran), seguido por “no querer estudiar más” (18%), o las razones económicas, mías o de mi familia” (14.5%). Evidentemente, las mayores posibilidades de la economía en estos momentos son un aliciente para que los y las jóvenes abandonen las aulas.
Una alta tasa de abandono prematuro conduce con certeza a ciertas consecuencias sobre el empleo que todos conocemos, ya que la empleabilidad depende en gran medida del nivel de cualificación alcanzado. Un nivel de educación alto está correlacionado con niveles bajos de desempleo, por tanto a menor nivel educativo mayor es la probabilidad de estar desempleado. En España la tasa de desempleo de la población de 25 a 34 años con un nivel educativo inferior a la segunda etapa de Educación Secundaria era de un 30% en 2016, descendiendo la tasa de desempleo al 21% para el grupo de personas con segunda etapa de Educación Secundaria, y al 16% para el grupo de personas con Educación Terciaria.
Lo más notorio de este dato es que está relacionado con los alumnos de entornos económicos “más desfavorecidos”. Es decir, los jóvenes que abandonan tempranamente sus estudios o consiguen una cualificación baja suelen provenir de familias con padres también con baja o escasa formación (gráfico 9).
El nivel educativo de los padres es la principal ‘clave’ de los logros escolares que cosechen sus hijos. Y es que el perfil de los estudios de los progenitores, y sobre todo el de las madres, es el factor más determinante para el éxito escolar de sus hijos, a tenor de varios informes. El informe “Educational attainment: persistence or movement through the generations” certifica que la transmisión intergeneracional educativa tiene como base la formación de los progenitores. En el año 2013, el 50% de los y las jóvenes españolas que tenían baja cualificación provenían de familias también con baja cualificación; solo ocurre lo mismo al 34% de los y las jóvenes europeos, que suelen superar los resultados de sus padres.
En el resto de niveles educativos de los progenitores, la cosa cambia. En España, los hijos de progenitores con cualificaciones académicas medias superan a sus padres; solo el 32% se queda al mismo nivel. En Europa es más habitual que los hijos se queden en el mismo nivel intermedio de cualificación que sus padres; el 59%. La reposición académica se da especialmente en la educación superior; en España, el 75% de los hijos con progenitores con estudios universitarios alcanza el nivel formativo de sus padres, dato que supera ampliamente al europeo, donde el 63% alcanza el nivel de educación terciaria que tenían sus progenitores.