Cuánto controlas del… cannabis
El cannabis es una sustancia psicoactiva, de efectos depresores y de comercio ilegal en España y que, desde hace años, se ha ido popularizando, especialmente entre los jóvenes.
De hecho, como reflejan los últimos estudios de consumo en nuestro país entre población joven, es la tercera sustancia psicoactiva más consumida en todas las edades, solo por detrás del alcohol y del tabaco.
Se conoce popularmente como marihuana, hierba, hachís, mota, porros, canutos, petas, maría, petardos, chocolate o costo… y es una mezcla de las flores, las hojas, los tallos y las semillas secas de la planta del cáñamo (Cannabis sativa).
Tiene múltiples componentes químicos —más de 100 — conocidos como cannabinoides, aunque es el tetrahidrocannabinol (THC) el que causa sus efectos psicoactivos. Como otras drogas, actúa sobre el sistema de gratificación y recompensa cerebral, liberando dopamina.
En pequeñas dosis el efecto es placentero, pero su consumo continuado puede acabar produciendo adicción. Hoy en día los productos de consumo tienen una mayor concentración de principios activos y, por lo tanto, unos efectos más potentes.
También se toma de forma distinta:
- Fumada (mezclada con tabaco y en cigarrillos, pipas o pipas de agua…).
- Bebida (como té).
- Mezclada con comida en forma de tortilla o en repostería.
- Usando vaporizadores.
- O, inhalada en aceites de hachís (conocido como “dabbing”).
¿Quieres saber más?
Su origen está en la cannabis sativa, una planta procedente de Asia que, durante muchos años, ha tenido diferentes aplicaciones medicinales y recreativas. De hecho, en los años 60, con el auge del movimiento hippie, su consumo se volvió muy popular en Europa y América, convirtiéndose en la sustancia ilegal con mayor aceptación social.
Es una planta que se cultiva en todo el mundo y que se ha utilizado durante siglos por el cáñamo que se extrae de ella -empleado para la fabricación de productos farmacéuticos, papel, o fibras textiles-, por su utilidad clínica y por sus propiedades psicoactivas.
Para su consumo, la podemos encontrar de distintas formas:
- Marihuana o hierba, preparada a partir de las hojas secas, las flores y los tallos de la Cannabis sativa.
- “Hashish o hash”, se elabora prensando la resina de la planta hembra, un concentrado a partir de las flores. Se obtiene así un bloque de color marrón con un contenido de THC hasta un 20 % superior al de la marihuana, por lo que su toxicidad es potencialmente mayor.
- “Aceite de cannabis o aceite de hachís”, concentrado líquido que se consigue mezclando la resina con disolventes como el alcohol, la gasolina o la acetona. Cuando ese disolvente se evapora da lugar a una mezcla viscosa con unas proporciones de THC muy elevadas (hasta un 85 % más que la hierba).
- El quife, que es un polvo obtenido gracias a tamizar las hojas y flores y que se consume en repostería.
Usos terapéuticos
En España el cannabis no es legal y no está permitido todavía su uso con fines terapéuticos. Si bien es cierto que está en estudio su regulación como medio para aliviar el dolor y los efectos de los tratamientos de algunas patologías.
En cambio, en otros muchos países sí que está aceptado con ese fin medicinal de aliviar el dolor, reducir la inflamación y tratar la ansiedad y el insomnio. También se está utilizando para los vómitos o las náuseas asociadas con la quimioterapia.
El cannabidiol (CBD) es uno de los componentes del cannabis y ayuda a aumentar el flujo sanguíneo al hipocampo —área del cerebro asociada a la memoria y a las emociones—, lo que puede ser clave para tratar patologías como el alzhéimer o el estrés postraumático. Además, tiene propiedades analgésicas, antiinflamatorias, ansiolíticas, antitumorales, antipsicóticas…
En definitiva, puede tener propiedades curativas y paliativas en diversas patologías, como trastornos neurológicos, neuropsiquiátricos, ciertos tipos de epilepsia, endometriosis, esclerosis múltiple, fibromialgia y esquizofrenia, sida y cáncer terminal… Su uso puede aliviar alguno de sus síntomas, mejorando el apetito, paliando las convulsiones y las náuseas…
Sin embargo, el uso terapéutico —mediado por prescripción médica u otros sistemas de control— es distinto del uso recreativo, lo que implica riesgos de abuso y adicción.
Cómo me voy a sentir
El cannabis es una droga psicoactiva cuyos efectos varían según la cantidad, la forma en la que se toma y la tolerancia que tiene cada uno a ella.
El TCH incide sobre algunas de las células receptoras que están en el cerebro, y que desempeñan un papel en el desarrollo y en su funcionamiento normal, sobreestimulándolas. De ahí la euforia y el subidón.
La marihuana fumada se nota casi de forma inmediata, ya que el TCH pasa rápidamente de los pulmones a la corriente sanguínea, transportando esta sustancia química al cerebro y a otros órganos del cuerpo. En cambio, ingerida o bebida tarda más en hacer efecto, puesto que se absorbe más lentamente; en torno a una hora tras su consumo.
Borrachera cannábica
Suele llevar asociada la sensación de sequedad en la boca, enrojecimiento de los ojos, taquicardia, desinhibición, bajada de la temperatura corporal (hipotermia), bajada de la presión arterial (hipotensión), alegría desmedida y risa incontrolada.
Inmediatamente después llega lo que se llama borrachera cannábica, que suele llevar asociada la sensación de sequedad en la boca, enrojecimiento de los ojos, taquicardia, desinhibición, bajada de la temperatura corporal (hipotermia), bajada de la presión arterial (hipotensión), alegría desmedida y risa incontrolada.
Pero también descoordinación de los movimientos, somnolencia, alteración de la atención, debilitamiento de la memoria y de la concentración, dificultad para pensar y resolver problemas. Además de cambios en el estado de ánimo.
El cannabis afecta al cerebro a corto y largo plazo. Todo se distorsiona, con la sensación de que el tiempo pasa más lento. Se transforma la memoria, ya que hace que, de forma natural, te acuerdes más de lo agradable que de lo desagradable ayudando a eliminar los recuerdos negativos de las emociones. Por eso se consume muchas veces para olvidar, para no pensar.
Evita la regulación de la actividad motora, limitando la movilidad corporal y dificultando la coordinación de movimientos. Crees que vas bien. Te notas bien, pero en realidad tienes dificultades para moverte y darte cuenta de lo que pasa a tu alrededor.
La sensación de relajación es intensa. Probablemente, es el efecto buscado, junto a las risas. Pero también notas más hambre, más sueño y percibes la realidad de forma diferente, ya que se alteran los sentidos; por ejemplo, pueden apreciarse alteraciones en la forma en la que se ven los colores y las formas de los objetos.
Asociado a un consumo regular, puede causar alteraciones del sistema nervioso. Derivar en el llamado síndrome de hiperémesis cannabinoide, en el que el consumidor tiene periodos de intensas náuseas, vómitos y deshidratación, que a veces requieren incluso atención médica de emergencia.
Qué me puede pasar
El consumo de cannabis es cada vez más común en muchas partes del mundo. A pesar de que hay muchos argumentos a favor de su uso medicinal y recreativo, también hay ciertos riesgos asociados con su consumo.
- Fumar cannabis puede derivar en problemas de salud mental, aumentando el riesgo de desarrollar depresión, ansiedad, psicosis e, incluso, ideas suicidas.
- Generar los mismos problemas respiratorios de los consumidores de tabaco, ya que irrita los pulmones y causa tos y flemas crónicas. O aumentar el riesgo de infecciones y lesiones pulmonares
- Además, incrementa la posibilidad de padecer enfermedades pulmonares y cáncer de pulmón.
- Aumenta la frecuencia cardíaca, efecto que dura más de tres horas tras su consumo, con el peligro de sufrir un infarto; sobre todo en personas mayores y en aquellos que tienen problemas cardíacos previos.
- Es posible que afecte a la memoria y a la capacidad cognitiva, algo especialmente problemático para los adolescentes y adultos jóvenes cuyos cerebros aún están en desarrollo. Cuesta más recordar, implicarse en varias tareas a la vez y prestar atención.
Incide, además, en las habilidades necesarias para conducir, por lo que es fácil tener accidentes de tráfico si se conduce bajo sus efectos.
Afecta a la memoria y a la capacidad cognitiva, algo especialmente problemático para los adolescentes y adultos jóvenes cuyos cerebros aún están en desarrollo.
Con el riesgo añadido de acabar generando adicción y desarrollar un trastorno por consumo de cannabis. La persona adicta no puede ejercer un control sobre su consumo, lo que podrá llevarle a sufrir problemas en diferentes ámbitos de su vida (salud, relaciones, trabajo, estudios…).
Así mismo, al igual que pasa con el tabaco, el cannabis no solo afecta a las personas que la toma directamente, sino que el humo impacta en los consumidores pasivos, pudiendo provocarles crisis asmáticas e irritación pulmonar. O el llamado efecto submarino, subidones por inhalar humo con alto contenido en THC.
Dejar el cannabis, como ocurre con otras sustancias adictivas, producirá síndrome de abstinencia, con afectaciones como somnolencia, irritabilidad, reducción del apetito, ansiedad por la falta de consumo y, sobre todo, un deseo intenso de volver a colocarse. Superarlo es cuestión de días. Poco a poco, se necesitará menos.
Yo controlo. Yo mido el riesgo
El cannabis, al igual que ocurre con el alcohol y el tabaco, son las sustancias de inicio más temprano, y pueden ser un aprendizaje de vivencias de los efectos psicoactivos y conducir a la búsqueda de nuevos consumos. En particular, es posible que el cannabis, puede ser una de las que nos ponga en contacto con mercados ilegales que faciliten el consumo de otras.
Según las informaciones presentadas por Fad Juventud, los jóvenes no frivolizan o banalizan los riesgos derivados del consumo de cannabis, pero deciden asumirlos por lo que les aporta su consumo: las motivaciones, los usos y los beneficios que perciben, que tienen que ver fundamentalmente con la diversión, la curiosidad o la experiencia grupal. Y muchos de ellos creen que un consumo frecuente es menos perjudicial que el tomar alcohol o tabaco.
Para reducir riesgos:
- Evita fumarla, considera consumirla con vaporizadores, o como parte de un dulce, por ejemplo.
- Limita la cantidad: es importante ponerse un límite a la hora de consumir, ya que así se evitan también efectos no deseados. Y evita hacerlo a diario, alarga el tiempo entre consumo y consumo.
- Trata de tomarlo en la forma que menos concentración de THC tenga, evitando en ese caso el aceite de hachís.
- Conoce la fuente: intenta saber de dónde viene y la calidad del cannabis que consumes. Esto puede evitar problemas de salud asociados con una mala calidad o adulterado.
- Recuerda que el cannabis muchas veces se adultera con partículas de vidrio (para aparentar que es mejor), con tiza, con plomo (aumentando su toxicidad) e, incluso, con sildenafilo, el principio activo de la Viagra.
- Evita el consumo temprano: sobre todo si eres adolescente y adultos jóvenes, cuyos cerebros aún están en desarrollo.
- No consumas estando embarazada o con lactancia, y tampoco si tomas medicamentos como antidepresivos, benzodiacepinas o antiinflamatorios.
¡No olvides!
No olvides que los enfoques de reducción del riesgo, al final, van dirigidos a personas consumidoras que pretendemos mejorar la autogestión de nuestros consumos para disminuir la probabilidad de aparición de problemas asociados (emocionales, sociales y sanitarios).
- Son actuaciones próximas a la prevención, que nos aconsejan desde los ámbitos profesionales como medidas para la promoción del bienestar y la protección de la salud individual y la salud pública.
- Según este enfoque, es importante tener siempre recomendaciones prácticas y cercanas a nuestras situaciones de consumo, y que podamos poner en marcha nosotros mismos y en nuestro entorno.
- Por lo que, de acuerdo con estas recomendaciones, ten en cuenta siempre esta información y toma decisiones basadas en tus deseos y preferencias.
Y, cuánto nos gustan…
El consumo de cannabis ha ido en aumento en muchos países, especialmente en aquellos donde ha sido legalizado o despenalizado. Según un informe de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), su consumo ha llegado a los 209 millones de personas en todo el mundo, aumentando un 23 % en la última década y seguirá haciéndolo a medida que otros países lo legalicen, por lo que se espera que esta tendencia continúe.
Según la Organización de las Naciones Unidas, el consumo de cannabis ha llegado a los 209 millones de personas en todo el mundo, aumentando un 23 % en la última década.
De hecho, en España, según el Observatorio Español de las Drogas y las Adicciones (OEDA), de media, la primera vez que se prueba el cannabis es en torno a los 14 años. Una situación que se repite históricamente.
El consumo del cannabis, que suele ser mayor en hombres que en mujeres, ha ido evolucionando y creciendo. Hemos pasado de fumarlo a la moda de inhalar mediante el vapeo, o usar un “dap-pen” para respirar el aceite y otros extractos del cáñamo, permitiendo liberar altas concentraciones de THC. Además de mezclarla con alimentos, como la repostería o las gominolas, o beberla en forma de infusión.
Y, aunque su consumo no es masivo, existe también la marihuana sintética. Más económica, reemplazaría al cannabis de origen natural, ya que produce efectos similares, pero sus riesgos son más perjudiciales.
No te compliques la vida
El cannabis es ilegal en España y, a pesar de ello, es una de las drogas más consumidas. De hecho, más allá de su popularidad, el Código Penal castiga como delito su posesión con fines recreativos, cultivo y tráfico.
Sin embargo, el Código Penal matiza que no es un delito el consumo, posesión y cultivo, siempre que sea para uso personal y no para traficar. Eso sí, si la tomamos en la vía pública podemos recibir una multa de más de 600 euros.
Sin embargo, en la actualidad se está valorando la aprobación del cannabis para fines médicos. Entonces, con un fin terapéutico, sería legal su consumo para pacientes con enfermedades como ciertas formas de epilepsia, endometriosis, dolor oncológico, náuseas y vómitos derivados de la quimioterapia, disfunción del sistema nervioso periférico o central…
En esos casos podría consumirse de forma legal solo si ha sido prescrito por especialistas en esas enfermedades, es decir, autorizadas para uso terapéutico. Y se dispensaría, en principio, en farmacias hospitalarias.